Mis queridos Exageraditos:

Comunicado:

Hola, en primer lugar quiero darte las gracias por visitar mi blog, sea porque pasaste de casualidad o llegaste a través de otra persona, en segundo lugar me gustaría realmente visitar también tu blog, y más si eres mi seguidor porque me gustaría ser tu seguidora también; sin embargo, mi querido amigo, muchas veces no he podido acceder a tu blog porque no es visible el enlace respectivo, no es por falta de interés...¡jamás!, así que te pido un favor, si pasas por aquí y me sigues o no, te invito a dejarme un comentario, porque así me es más fácil llegar a tu blog. Si así lo haces no dudes que te visitaré prontito.
Palabra de Nina ♥
Mira que ya pasaron por aquí:

Gracias...los quiero

viernes, 24 de diciembre de 2010

¡Auxilio, llegó la Navidad!

¡Llegó la navidad! ¡ay! estas épocas a mi me ponen de lo mejor, todo es paz y armonía (al menos por unos días). Por ejemplo, mi vecino por estos días ya no me regaña cuando piso su jardín sin darme cuenta; mi mamá esta toda entretenida adornando la casa y llenándola de luces y demás cosillas; mi papá se la pasa cantando y silbando canciones navideñas y hasta mi bicho me pasa por alto mis niñerías y me consiente a más no poder. ¡Ah! realmente ¡cómo me gustan estas fechas!. El único problema que he encontrado es que mi presupuesto está por los suelos. Me he visto, literalmente, bombardeada por vocecillas de ultra tumba que me reclamaban sus regalos para esta navidad. Y es que esto es lo malo de que nuestras hermanas y primas tengan hijos, o de que cariñosamente tildemos de “sobrinitos” a los hijos de nuestras amigas, ya que automáticamente nos etiquetan como tías con el deber de regalar algo en cada cumpleaños, navidad, año nuevo, bajadas de reyes, día del niño, etc. etc.
Estoy que ya no puedo, y por más que me he esforzado en educar a los niños, en que navidad no es sólo regalos sino que es recordar el nacimiento de Jesús, no he logrado nada y el más perjudicado ha sido mi bolsillo, al cual han asaltado sin piedad. Así que, no me queda mas que pedir a mis padres que me adelanten mi navidad de los próximos cinco años, ya que ni rompiendo mi alcancía ni la de mi bichito (porque es el tío al fin de cuentas), nos ha alcanzado para tanta demanda.
Ya les contaré como me ha ido, sin embargo no quiero dejar pasar la oportunidad para desearles una feliz Navidad en compañía de sus padres, de sus hermanos, de sus bichitos y de todos aquellos que verdaderamente los amen.
Besos!!!

sábado, 18 de diciembre de 2010

La Tía Otilia

La tía Otilia es la tía más cariñosa que existe en el mundo. Mis hermanas y yo siempre la hemos visto como nuestra tía, sin embargo sólo es una gran amiga de mi madre; empero ello no impedía que cada navidad, cumpleaños, bajada de reyes, etc., etc. se apareciera por la casa cargada de regalos. Nosotras nos convertimos en sus sobrinas a fuerza, y a fuerza recuerdo que me cubría de besos y me apachurraba los cachetes a su antojo. La tía Otilia es de lo más cariñosa, sin embargo su inmenso cariño, no dejaba pasar desapercibido esa peculiar belleza que la caracteriza: labios rojo fuego, lentes de sol, cabello al estilo de los Ángeles de Charlie, versión antigua, vestido floreado de amplio escote, (en verano e invierno) tacones altos, amplio bolso tres veces su peso corporal, donde siempre suele llevar: aspirinas, lápiz de labios, rubores, agua de colonia, agua florida, sombras para día y noche, algodones, otro par de lentes (de lectura, aunque nunca los usa), libros, agenda personal, pañoletas, chicles de menta, una segunda muda de ropa (otro vestido floreado).
Tía Otilia es todo un personaje. Nunca se ha casado, aunque dicen las malas lenguas que le llovían los pretendientes, y que a todos los despachaba a la primera, al darse cuenta que ya habían olfateado los ahorros que guardaba celosamente.
Como todo personaje excéntrico, de tía Otilia se han dicho muchas cosas, algunas tan sórdidas que mi madre estuvo a punto de cerrarle la puerta de nuestra casa y negarle para siempre su amistad; sin embargo, no con poco esfuerza tía Otilia logró disipar sus dudas, tras una larga conversación de seis horas consecutivas. Después de ello, todo volvió a la normalidad. Sin embargo, nunca supimos de qué hablaron todo aquel tiempo.
Hoy tía Otilia se nos va al otro mundo…¡No! ¡no piensen mal! Se nos va de viaje a Europa, a residir allí. Dicen nuevamente las malas lenguas que allí vive un hijo suyo, al que ha ocultado durante treinta años; otros dicen que lo que motiva su viaje es un cincuentón que la ha enamorado y le ha prometido matrimonio; otros afirman que viaja huyendo de las deudas en las que ha incurrido por culpa de las apuestas en los casinos…¡en fin!
Lo único que sabemos es que tía Otilia se nos va y con ella se van los apachurrones, los besos color carmesí y el olor a naftalina que desprendía de sus típicos vestidos floreados de amplios escotes…

miércoles, 8 de diciembre de 2010

¡Libre al fin!

¡Libre al fin de tanto estrés!, ¡libre de tanto estudio, por fin terminaron las clases! Han sido días muy intensos. Metida en el salón de clases, miraba cómo los demás chicos reían sin preocupaciones y yo, la verdad, sí que las tenía, en realidad mi bicho y yo las teníamos; y digo que las teníamos porque hoy por fin aprobamos todo, ¡y si que teníamos que aprobarlo todo! mamá dijo que me prohibiría salir con el bicho por tres meses si es que no aprobaba todos los cursos. Eso fue mi principal motivación para ponerme a estudiar día y noche. Tardes enteras me las pasé estudiando mientras veía por la ventana de mi habitación a todas mis amigas salir a patinar o a la playa, mientras yo me tenía que broncear con la lámpara de mi cuarto. Muchas veces tuve que reprimirme el salir corriendo a la calle para hacer algo divertido o para encaminarme hacia la casa de mi bichito, pero no lo hice; además, a él le habían impuesto la misma prohibición: “No más Nina hasta que apruebes todos los cursos, eh”. Así que estábamos en la misma situación.
Les aseguro que tanto ha sido lo que he estudiado, que hasta llevo grabado en mi mente el olor de tantos libros que he leído, pero como les dije al principio, hoy ya no tengo nada de qué preocuparme, porque aprobamos todos los cursos y ahora tenemos carta libre para disfrutar de nuestras merecidas vacaciones. Sin embargo, prometo que no esperaré hasta el último momento para ponerme a estudiar, lo haré desde un principio. Ahora los dejó porque he de ir a buscar a cierto bichito al que pienso sacarle el jugo en este verano…

jueves, 25 de noviembre de 2010

El verano llegó

¡Qué alegría, por fin el sol que se hace sentir! Ya parecía que nunca tomaríamos el sol en la playa, pero no señor, el astro rey se impuso y ahora las mañanas son más cálidas.
La verdad es que yo adoro el verano, no soy como otras personas que lo detestan y suelen huir de él, que si acelera el envejecimiento, que si no hay bikinis que oculten la celulitis, que si hay que rebajar los kilillos de más, que ganamos comiendo chocolates para abrigarnos en este invierno; que si en estos tiempos se suda más, que si hay que comer sólo yogurt y ensalada, que si hay que escoger el mejor protector solar, etc.
Bueno todo esto lo puedo soportar con tal de sentir el calorcito en mi cuerpo y ya no tener que salir a la calle pareciendo un astronauta, cargando con chompas, chalinas, abrigos, gorritos, guantes, botas, etc. Ahora echaré al olvido (al menos por unos meses) toda esa fea ropa y haré uso de algo ligerito, ¡con lo que me gusta a mi andar por allí sin que me estorbe mucho la ropa! (no piensen mal, yo soy así).
El único gran problema es que me voy a tener que pasar súper hiper vigilando a mi bicho, porque el muy bicho, en estas temporadas, aprovecha para mirar todo lo que no pudo ver en los meses de invierno.
Sé que ir a la playa será todo un tormento para mi, por cada mujer que aparecerá ante los ojos de mi bicho, soleándose en micro tangas. Pero yo ya me encargaré de que apunte su mirada hacia la celulitis que, seguramente, muchas exhibirán este verano; ya me encargaré de hacerle ver lo imperfecto del cuerpo de muchas, aunque a simple vista parezcan espectaculares; ya me encargaré de mostrarle alguna que otra cosilla que ahora, muchas no podrán esconder.
Deséenme suerte, que arduo trabajo me espera; así que tendré que buscarle algo entretenido que hacer este verano, para que no voltee a mirar lo que no debe…¡algo se me tiene que ocurrir!

domingo, 7 de noviembre de 2010

¿Metamorfosis?

Mi hermana mayor Romina se casó hace un año con Alberto. Aún recuerdo la boda, mi hermana bailando como loca desenfrenada, sin zapatos, junto a su galán, quien en ese momento ya se había convertido en su flamante esposo. Debo reconocer que, salvo contadas excepciones, mi hermana no ha tenido un gusto muy refinado que digamos en cuanto a seleccionar pareja. Todos sus novios han sido tipos que han ido desde aburridos “cura insomnio”, insoportables narcisistas, feos sin remedio, hasta vagos y palomillas. Sin embargo con Alberto la cosa ha sido muy diferente. Este hombre nos gustó a todos desde el primer momento en que lo vimos llegando a la cena que se organizó en casa de mis padres, con vino para mi padre, flores para mi madre y chocolates para mi hermana y para mi.
De todo eso ha pasado más de un año, sin embargo, el pobre Alberto ha experimentado una metamorfosis, que sorprende a propios y extraños. Sigue siendo atento y cariñoso con Romina y con toda la familia; sin embargo el pobre ha engordado más de diez kilos. Romi piensa que el causante es el estrés, o tal vez el nuevo trabajo que tiene; sea lo que fuere, el pobre come como loco. Se llena y rellena la barriga con papitas, helados, gaseosas, pasteles, etc. se los lleva a su cuarto y los guarda debajo de la cama, y desde allí estira la mano y van desfilando paquetes de galletas, bebidas, frutas, piezas de pollo, pizzas, etc. Romi esta como loca, su habitación se ha convertido en la despensa personal de Alberto. Ella ha tratado de poner fuera de su alcance cualquier aperitivo que contenga mas de cien calorías, pero su maridito siempre se las ingenia para saquearla en un dos por tres.
Sin embargo, particularmente creo que esto no se debe a ningún estrés, ni trabajo nuevo, pues la madre de Alberto conversando un día con mi madre, de broma en broma, le ha confesado que su “niño” había sido un gordito feliz casi toda su vida, pero que desde que conoció a Romi, se puso a “régimen”; al punto que pasaba días enteros sin comer, de allí que ahora la buena mujer se alegre de sobremanera, al ver a su retoño recuperar el peso perdido.
Imagínense mi cuñadito casi veinticuatro años siendo un gordito feliz, para luego llegar casi a la anorexia, y todo por amor. Cosas de la vida, cosas del amor, pero lo que no sabe Romi es que al pobre Alberto aún le falta recuperar unos buenos kilillos más, para volver a ser el “niño lindo de mamá”

domingo, 31 de octubre de 2010

La Promesa

La mamá de mi bicho es una persona de esas que ya casi no existen, tiene la moral subida hasta la azotea, y es tan quisquillosa para estos asuntos que no hay domingo que no asista a la misa de 8:00 a.m, y a la de 6:00 p.m; además de autoimponerse y auto imponer cuanta penitencia conozca; ¡Que si quince rosarios por la salud de fulanito!, ¡que si veinticinco Padrenuestros por la promesa tal! ¡que si treinta avemarías por el milagrito aquel! Es tan pegada al catequesis como no he conocido a nadie en mi vida.
Mi bicho, cuya verdadera devoción únicamente ha sentido por mi (a decir del propio bicho) se ha visto forzado a cumplir una promesa que su madre hizo a uno de tantos patronos que pululan por allí para toda clase de peticiones y milagros, y de buena fuente he sabido que si por casualidad no hay uno a su gusto, pues doña Dorita, se lo inventa.
La promesa consiste en ir de rodillas a una ciudadela apartada ubicada a unos 70 kilómetros de donde ellos viven. Mi bicho al enterarse de tamaña promesa, ha puesto el grito en el cielo, ha llorado, ha suplicado, se ha enojado y hasta ha pataleado como nene; sin embargo doña Dorita, fiel a su acérrimo carácter, no se ha doblegado ante el llanto desgarrador del bicho, por el contrario le ha increpado que la promesa que le hizo a su patrono favorito, era por el favor de tener un hijo sano y fuerte, y que estando éste ya crecidito era tiempo que cumpliera por si mismo aquel ritual. Así que mi bicho ha tenido que acatar dicha orden. Sin embargo yo por mi parte opino que el patrono de doña Dorita como que no cumplió a cabalidad con el encarguito, pues basta verlo para darse cuenta que está lejos de ser un muchacho sano y mucho menos fuerte. Siendo esto así estimo que el cuerpo de mi bichito no rinde para ese esfuerzo, y lo peor de todo es que podría quedar medio muerto a mitad de la carretera, sin que haya quien lo auxilie, podrían asaltarlo, podría pasarle una y mil desventuras. Sin embargo, ya que madre es madre, doña Dorita ha intercedido ante los santos pidiendo una ligera concesión, de tal manera que el bicho ya no tendrá que ir de rodillas, sino a mula, y entre todos los males le tocó el menos malo, así que en el transcurso de la semana el bicho partirá, cual fiel devoto, a cumplir las promesas de su mamacita.
Él me ha pedido que lo acompañe, pero le he dicho que el voto es de su madre no el mío, que yo tengo mis propios santos que, a diferencia de los de su mamá, no me andan pidiendo tamañas cosas, basta unos cuantos cirios, una que otra limpiadita de su altar y solucionado el asunto. Así que allá irá solito el bicho, mientras que yo lo esperaré aquí y desde aquí le haré barra para que aguante el viaje, y para que a su regreso no haya mucho que arreglar en él…¡vaya con la promesa de doña Dorita!.

martes, 26 de octubre de 2010

¡Mi héroe!

No hay nada que nos guste más a nosotras las mujeres que sentirnos protegidas por nuestro hombre, saber que vamos seguras, sin miedo a que cualquier payaso nos falte el respeto. Hoy me sentí orgullosa de mi bicho, que digo mi bicho, ¡mi héroe!, hoy ha demostrado la valentía que tenía bien guardadita.
Íbamos cruzando un parquecillo bien mono que nos gusta mucho, recordábamos que fue allí la primera vez que el bichito se me declaró, cuando él paseaba en bicicleta, mientras yo iba en patines.
Íbamos de lo más tranquilos, riéndonos a lo loco, cuando de repente apareció de la nada un sujeto de lo más malandro que nos pidió dinero, su aspecto era espantoso, estaba sucio, despeinado, con restos de comida pegados a la ropa y con un hedor insoportable. Cuánto más nos negábamos a darle dinero, más se ponía pesado, hasta que en un momento dado intento tocarme el cabello, ¡mi cabello! recién lavado, secado y cepillado. Fue en eso que vi a mi bicho como nunca lo había visto, su cara se desdibujó, se arremangó las mangas de la camisa, y hasta me pareció que aumentó diez kilos de la nada, separó las piernas, dobló los brazos y los acercó al pecho y ya puesto en posición le gritó sus cuatro verdades al fachoso. Éste al verlo, lejos de amilanarse, también se cuadró y le enseñó sus horribles dientes, se acercó resoplando todo su odio por el mundo y la sociedad, su mirada reflejaba una vida marcada de violencia, de seguro era el jefe de alguna banda organizada, un maleante de alto vuelo, un recorrido de lo peor; pero allí estaba mi bicho, bien plantado, y seguro de si mismo, una piernecilla detrás de la otra, listo para encajar el primer golpe.
En un momento dado el sujeto aquél, se atrevió a insinuar el primer golpe, al ver esto mi bichito no le dio tregua y le dio una derecha que casi resulta un KO, pero el asustadizo maleante salió corriendo humillado y vencido por mi bichito.
Ya más tranquilos, nos fuimos caminando y recordando lo que habíamos vivído. En un momento dado le dije que era mi héroe, y que ésta hazaña era digna de contar a medio mundo;más dentro de mi le prometí que contaría todo menos que aquel maleante bordeaba los ochenta años de edad…

jueves, 7 de octubre de 2010

¡Auxilio!...¡hoy cocino!

Dicen que a los hombres se les conquista y se les retiene por la barriga. Pues bien bonita forma de salvaguardar una relación, a través de la comida. Yo por mi parte decidí el día de hoy cocinar. No puedo decir que sea una experta, pero la intención es lo que cuenta, ¡espero¡.
Primero husmeé en una que otra recetilla, esas que dejó mi abuelilla, y que mi madre guarda celosamente en el desván de la casa. Las hojas amarillentas del magno libro estaban casi pegadas una a la otra, y la tinta apenas se distinguía. Leyendo y releyendo me decidí por un platillo que estaba segura que a mi bichito le haría enloquecer, si una ratilla puede cocinar (ratatouille) ¡cómo no lo podré hacer yo!
Me aseguré de tener todos los ingredientes a la mano, y con mandil y guantes, me dispuse a cocinar…me estremezco de sólo pronunciar esa palabra…cocinar ¡que raro! ¿no?.
Bueno me decidí por el famoso arroz con pollo. Compré todos los ingredientes:
• 4 presas de pollo
• ½ taza de aceite
• 1 cebolla mediana picada en cuadritos
• 3 dientes de ajo picados
• ½ taza de ají amarillo fresco licuado
• 1 taza de culantro molido
• 1 pimientos
• 2 tazas de arroz
• 1/4 taza de alverjas (guisantes)
• 1 taza de caldo de pollo
• Sal
• Pimienta
Luego de lo cual me puse manos a la obra. Como les repito las hojas del libro de la abuela estaban muy gastadas, así que en muchos casos tuve que adivinar lo que seguía en la preparación. Con cuidado puse la olla en la hornilla, le eché algo de aceite y me puse a trozar el pollo (de acuerdo, sé que debí haber hecho esto antes de poner la olla en la hornilla) y luego lo eché a la olla para que se dore, ¡qué buen olor despedía! Una vez dorado, aunque reconozco que por poco se me quema, lo retiré de la olla, pero dejé la misma aún en la hornilla. Miré el dichoso libro y decía que debía echarle la cebolla, fue entonces que recién me puse a picarla en cuadritos. La muy condenada me hizo llorar como loca, así que con tal de acabar rápido la dejé en enormes trozos, además tuve que apurarme porque el aceite se estaba calentando demasiado y la olla empezaba a quemarse por un costado. Tratando de guardar la calma le lancé las cebollas; y demás está decir que esta hazaña, trajo como consecuencia que me salpicara algo del aceite en las manos (¡recién hechas la manicure!), le agregué el ají amarillo y revolví todo como loca, le eché el ajo que ya no me dio tiempo de picar, ni de machacar, pero sí alcancé a pelarlo ¡uf!. Cuando todo recontra dorado le eché las presas que se enfriaban esperando su turno en un tazón sobre la mesa. Luego le agregué el ingrediente secreto, y como es secreto no se los voy a decir…es secreto de familia. Seguí friendo todos los ingredientes hasta que el pollo se cocinó. Retiré las presas, y le eché a la olla el arroz, las alverjas, las zanahorias en cuadritos, el choclo y el pimiento. Le agregué el agua, verifiqué la sazón. Faltaba sal, luego le sobraba, para después nuevamente faltarle…¡en fin!. Lo dejé en la estufa por veinte minutos, hasta que se cocinó todo…¡uf! que afán de hacer esto todos los días.
Pero logré mi cometido…¡cociné! y yo solita, ahora a esperar a ver los comentarios de mi bichito. ¿Me aprobará? o ¿no?

martes, 5 de octubre de 2010

¡No es justo!

No existe nada que odie más que la injusticia. Cuando algún profesor programa exámenes sorpresa, yo digo ¡no es justo! La semana pasada, por ejemplo, rendimos uno de esos exámenes sorpresa; días después nos entregaron los resultados. Luego de ver nuestras calificaciones, junto con algunos compañeros, celebramos el haber pasado, aunque sea con las justas (peor es nada) luego nos penamos por los que resultaron reprobados; sin embargo (aquí viene la injusticia) el profe anunció que al día siguiente se les tomaría el examen de recuperación, tanto a aquellos que reprobaron como a los que no rindieron el examen.
A la salida me encontré con una compañera (no amiga) que precisamente no llegó a rendir el examen, esta al verme me preguntó acerca de las preguntas del examen, yo por supuesto se las di, y le deseé suerte para el examen.
A la mañana siguiente, esperamos que rindan el examen. Al salir del salón, estos no ocultaban su alegría, ¿Por qué? pues porque el bendito examen de recuperación ERA EL MISMO del día anterior. Este profe no se tomó la molestia de variar ni una coma, ERA EL MISMO, las mismas preguntas cuyas respuestas, el día anterior me esforcé como loca en recordar, ERAN LAS MISMAS PREGUNTAS que no contesté en su totalidad. Fue entonces que me salió del corazón, o mejor dicho del hígado un: “¡No es justo!” “¡no es justo!”.
La respuesta que se me dio, fue que al profesor no le importaba la nota, sino que sus alumnos aprendieran y si tenían que hacerlo dando el mismo examen, pues así sería. Ello parecía tener algo de lógica, pero no para mí, y menos aún, cuando vi las calificaciones de aquellos. Sus notas eran sobresalientes, todos me superaban en promedio. ¡No es justo! volví a repetir, pero ya nadie me escuchó.
La vida estudiantil muchas veces no es justa, y mientras cavilaba para mis adentros, aquella compañera a la que le detallé las preguntas del examen, pasó cerca de mi, para descaradamente dejarse oír entre dientes: "la vida es para los vivos"...y yo volvía a pensar "!no es justo, no!"

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Le dio la gripa

¡Ay mi bichito querido! pero que gripa tan feroz le ha dado, menos mal que el médico le ha dicho que se recuperará pronto, además le ha dicho que tiene que ganar peso, que si pesara unos cuantos kilillos más, la gripa no le hubiera hecho ni cosquillas, pero ya ven como es él, que nada le gusta, que esto o aquello le hace daño, que es alérgico a esto otro. A pesar que ya está un poco mejor, el médico le ha ordenado guardar cama y, ni modo, tendrá que pasarse el fin de semana así, tapado hasta el cuello y tomando sopa de pollo. Lo bueno de todo es que aquí estoy yo, como su enfermera particular; velo su sueño, le tomo la temperatura y le consigo lo que necesite. Que me contagie la gripa no me preocupo, tengo una salud de hierro, la última vez que me dio una de aquellas, fue cuando tenía diez años, y de allí nunca más.
No hay nada que hacer debí estudiar para enfermera. Me desenvuelvo de lo mejor.
Ya es hora del almuerzo, la sopa huele bien, "vamos bichito, a tomarla despacito que esta calentita". En estos dos días he descubierto que los hombres son como niños, una gripa los destruye, una inyección de esas, los pone a temblar como gelatina, y hasta los jarabes deben saber a frutilla, para que este bichito se los tome. Pero para eso estamos su madre y yo, para consentirlo, ¡al menos en eso coincidimos!
Ahora los dejo y me apuro porque la mencionada señora se me adelanta con el postre, y ni hablar porque el pudín se lo quiero dar únicamente yo…

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Paseando con el bicho

¡Un día de paseo con mi bicho! Vamos al zoológico, le he insistido y ha aceptado a regañadientes, él prefería ir a ver a su equipo de fútbol favorito, pero le he respondido que eso no es romántico. ¿Cómo es posible?, han sido casi dos semanas sin poder vernos y lo primero que se le viene a la mente es ir al estadio a ver jugar a su equipo favorito. ¡No!, me he negado rotundamente y ha tenido que ceder, me impuse y nos fuimos al zoológico. Cuánto bichito he visto, de lo más mono, y todos se parecerían a mi bicho, aunque pensándolo bien él es único; sin que nos vean le hemos dado de comer a los monos y le lanzamos piedritas a un cocodrilo que no se movía por nada. Por allí vimos una cacatúa que se había quedado con el pico abierto al ver a mi bichito, “¡eh, zafa, zafa!” - le he dicho - “búscate uno que no esté comprometido”
Mi bicho se la ha pasado súper mal, dijo que le dolían las piernas y que diez mosquitos le han comido medio brazo, pero yo le he respondido que es la envidia que sienten de no tener el cuerpo que él tiene. Me ha mirado con cara de pocos amigos, pero ha terminado riéndose.
Pese a todo me he divertido y creo que él también. Me llevó a mi casa, y al llegar a la entrada, escuchamos los gritos airados de mi papá, “y qué cómo es posible”, “árbitro vendido”, “que te vas a morir de esto o aquello”. Nos hemos quedado intrigados y entonces me acordé del dichoso partidito de fútbol. Pasamos a la sala y al ver mi papá a mi bicho, lo ha llamado a su lado, mientras que con una serie de morisquetas y ademanes le ha contado lo sucedido (la derrota de su equipo), mi bicho, que es hincha del mismo equipo, se puso verde de cólera y entre los dos le han dado sonada paliza verbal al pobre árbitro. Yo los he dejado gritándole al televisor, y he subido a descansar, el paseíto me dejó exhausta; allá ellos con sus cosas; sin embargo es lindo dejarlos juntos, y me he dado cuenta que se entienden, pues lo último que alcancé a oírle decir a mi padre fue: “¡cosa de locos, bicho, cosa de locos!”

martes, 14 de septiembre de 2010

¡Exámenes! ¡no!

Exámenes, exámenes, exámenes, ¿Quién habrá inventado los exámenes? Tal vez alguien que odiaba a los jóvenes, que detestaba verlos felices saliendo a pasear, o a tomar una soda con sus amigos, tal vez lo inventó un viejecito recontra amargado que no podía ver a los jóvenes disfrutando su juventud.
Hoy empieza la semana de exámenes en la facultad, ¡vaya semanita! Tengo que estudiar un millón de cosas y no sé por dónde empezar. Tendré que pedirle un break a mi bichito, pues no podré atenderlo como él se merece, el deber llama y si no hago caso, tendré de gratis el carga montón de mis padres al finalizar el ciclo, y yo ya conozco de que se trata todo eso. Sé que mi bicho entenderá, le pediría que me ayude a estudiar, y es más, él me lo ha insinuado, pero ya conozco también aquellas tardes y noches de “estudio”, ¡ni hablar!, de eso hablaremos después, le he dicho, y me ha mirado con sus ojillos de decepción, le he reiterado que esto sí es en serio, que éstos exámenes sí que determinan el curso de la historia, y que si no los paso, adiós a todos mis beneficios. Ya tengo la soga al cuello y del otro lado a mis padres apretándola de vez en cuando.
Reconozco que no tengo ningún método de estudio ¡Qué si leyendo en voz alta todo se irá guardando en mi memoria!; ¡Que si lo escribo se fijará mejor!; ¡Que si dejo que alguien me lea aprenderé más rápido! Sin embargo ni lo uno ni lo otro me funciona, pues al momento de disponerme a estudiar, empieza a sonar el teléfono, “que si vamos a tal reunión”, y yo respondo: “no puedo, estoy estudiando”; ¡si claro! escucho decir del otro lado. Además de ello, no puedo dejar de pensar en mi bichito, ¿En dónde estará?, ¿Qué estará haciendo?, ¿Con quién estará?, y eso me fulmina al instante; cierro los libros y empiezo a recordar lo lindo que lo pasamos hace un día, y hoy me veo recluida en mi habitación, con una pila de libros cuyos autores murieron hace tiempo y seguro que pasaron mejor vida que yo. Entonces fuera de toda cordura me levanto me acicalo y salgo a tomar un poco de aire, el ambiente enrarecido por libros, me quitó las ganas de estudiar en mi habitación, así que tomo mis libros y salgo a buscar una buena banca frente a algún apacible parquecillo, intentando encontrarle sentido a lo que he tratado de leer.
Me acomodo bien, asumo la típica posición del estudiante empeñoso en aprender, abro el libro de texto, en cualquier página, da lo mismo, pero al instante el móvil suena con un mensaje de mi bicho: “¡te extraño mucho, hace cuánto que no nos vemos, bichita!” y eso es todo, dejo a un lado los libros y empiezo a mensajearme con mi bichito: “¡desde ayer, bichito, desde ayer que no nos vemos!” …
La tarde es joven, quedamos en vernos para que me ayude a estudiar, pero tanto él como yo sabemos que de estudios nada que ver, el amor me ganó la batalla…¡Sólo necesito un milagro a fin de ciclo!

martes, 7 de septiembre de 2010

Ese bicho es mío

La cara me ardía y la tenía colorada, el corazón se me atragantaba en el pecho, allí estaba él, mi novio, mi futuro esposo, el futuro padre de mis futuros hijos, conversando de lo más amenamente en la esquina de la universidad con una rubia desgreñada, de tacones altos, pantalón ceñidísimo al cuerpo, con un escote que a leguas decía: “toma lo que quieras”. Allí estaba él, con su cara hecha malvavisco, chorreándose en plena calle, escuchando los chillidos de la fulana sin atreverse a interrumpirla.
¿Qué dónde estaba yo?, pues a quinientos metros de ellos, y no sé como hice para alcanzar a dar tremendas zancadas. Elevé mi cuerpecito y prácticamente levité por entre las callecitas atestadas de universitarios, hasta que por fin llegué, para luego detenerme en seco al ver cómo la mujercita se despedía muy mimosa de MI bichito. Esperé que se marchara, y me acerqué al susodicho, éste y al verme tragó saliva y vi subir el rubor a sus flacuchas mejillas. Me miró asustado mientras volteaba a ver si su rubia amiguita ya se había marchado.
Por lo general soy una persona serena y controlada, pero no para este tipo de cosas, así que le arremetí su descaro, su poca hombría, su infidelidad, su burla al no haberme respetado. Seguro que a kilómetros, con facilidad, se me pudo escuchar.
Mientras yo me deshacía de indignación el bicho no atinaba a hacer ni decir nada. Y de pausa en pausa que daba para tomar aire, me iba asegurando de hacerle ver lo triste que se pondría su abuelita si le contara lo que me había hecho, ya que la dulce ancianita literalmente me adora y su madre que aunque me mastica, pero no me traga, al final de cuentas ya se había acostumbrado a verme metida en su casa mañana, tarde y noche, (aunque de esto último mucho no sabe). Debo reconocer que el pobre se esforzaba en tratar de apaciguarme que si era su compañera de clase (¡vaya con compañeras así!, son un peligro latente) que si ella tenía novio, que si sólo habían intercambiado unas palabras de despedida; ante esto rápidamente reflexioné: ¿Despedirse? ¿De qué? Al darse cuenta de la inapropiada palabra que había usado, me refirió que la pobre rubia escuálida se mudaría de ciudad para no volver a pisar estas tierras nunca jamás. Al escuchar esto me atreví a brindarle el beneficio de la duda. Pues ya me imaginaba yendo todos los día a esperarlo a la salida de la facultad (aunque esto siempre lo hacía), pero esta vez con binoculares y con las antenas más alertas que nunca.
Amigos, una no puede dormirse en sus laureles, por muy bichito que sea el mío, puede que resulte llamativo para algunas desesperadas que se lanzan al primero que ven en la esquina. Hay que cuidar lo nuestro. Por mi parte comprobé que efectivamente la rubia de piernas largas, pidió su transferencia para otra facultad de una ciudad súper lejana, allá habrán otros bichos a quien atacar, que otras se preocupen por ellos, yo por mi parte ahora respiro más tranquila…por lo pronto.

sábado, 28 de agosto de 2010

"Llego en cinco minutitos"

Reconozco que es mi peor defecto, ¡sí lo reconozco!, pero ¿que puedo hacer?, ¿el que esté libre de toda culpa que lance la primera piedra? he aprendido a vivir con ello, pero no mi novio. Es que mi defecto lo trae loco, pero no esa clase de locura que me lo embolsicaría con zapatitos y todo, ¡no! Lo vuelvo loco porque ya no sabe qué hacer para que me corrija.
Bueno mi defecto es…¡allá va! ¡no coman ansias! mi defecto es la tardanza; soy de lo peor en ese aspecto, allí me puedo adjudicar la medalla de oro si la hubiera; soy lo que se puede decir, la campeona de la impuntualidad; pero ojo, que no siempre es mi culpa, muchas veces he sentido que el cosmos entero se confabula en mi contra para hacerme llegar tarde.
A las personas como yo, que sí que las hay, y a montones, no siempre nos gusta ser así, al menos a mi me provoca un estrés bárbaro.
Ayer por ejemplo, me llama mi novio, luego de los cariñitos respectivos, quedamos para vernos en la puerta del cine a eso de las seis menos cuarto; puesto que si la peli empieza a las seis, más los primeros anuncios, será algo de seis y cuarto cuando por fin nos cuelguen la película.
Yo les juro que planifico todo lo que tengo que hacer, para poder llegar con puntualidad. He recorrido mi armario para ver qué prenda luciré para deslumbrar a mi bichito querido. Luego de algunos minutos, ya tengo elegida la prenda, por lo que, para mi, este asunto ya esta zanjado; luego calculo el tiempo que me tomará darme el baño respectivo, secarme el pelo, alisarlo, hacerme la manicure, etc. (las mujeres ya me entenderán). Aparentemente lo tengo todo fríamente calculado, sin embargo el baño me tomó unos minutillos más de lo esperado, pero bueno he sido precavida, así que me puedo dar el lujo de quedarme un ratito más en la tina de baño. Una vez lista, fresca, perfumada, procedo a colocarme la ropa que ya está planchada esperando sobre mi cama; sin embargo, allí aparece el primer problema, al momento de ponerme el pantalón me doy cuenta que tiene la basta descosida, y para mi mala suerte, no tengo a la mano mi manual para coser bastas (porque sí que existen esos manuales), ante mi imposibilidad de coser la dichosa basta, aquel pantalón ya no me sirve; busco otro, que sí me queda que ni pintado; pero ¡oh desgracia! Ahora es mi blusa la que tiene un botón de menos, ¿y ahora qué hago? para esto, el tiempo ya ha corrido y yo sólo he avanzado con una de las prendas, ¿dónde voy a conseguir un botón igual para la bendita blusa?, ni hablar no me queda otra salida que buscar otra, pero considerando el color del pantalón, las blusas que me quedan no me sirven; por lo que optó sabiamente, en cambiar de pantalón y usarlo con alguna otra blusa. Luego de algunos o mejor dicho muchos minutos, me miro al espejo y logró la aceptación de mi reflejo. Tomo mi cartera, y emprendo la salida raudamente. Ya fuera de mi casa me doy cuenta que olvido el celular y el dinero para el taxi, entro de prisa busco como loca el bendito celular, y ustedes dirán, ¿pero para qué lo busca, si ya es tarde?, sin embargo queridos amigos, aquí debo señalar que me es indispensable el celu, por cuanto, como ya la hora ha avanzado, sé que llegaré tarde y sé también que mi bichito me llamará como loco, y me es necesario responderle con frases como estoy a punto de llegar” o “en cinco minutitos llego” o “¡ay amor, no sabes lo que me pasó!, ya te contaré”, o cosas así para apaciguar sus ánimos. Encuentro por fin el celular y el dinero; salgo como loca, espero unos minutos y ni luces de un buen taxi, al rato aparece uno de aquellos, regateamos el precio, subo de prisa, me doy cuenta que me ha robado, y así sucede siempre, porque por lo general los taxistas, que son graduados en psicología, se han dado cuenta de la prisa que tengo, ¿será tal vez por mi agitación al preguntarle ¡señor, cuánto, cuánto!? o porque no terminaba de morderme las uñas o porque le insistía en que me lleve lo más rápido posible.
Sea como fuere, llego por fin al bendito cine, no he mirado ni una sola vez mi reloj, por una creencia mía, "que si no miro no avanza", (ven a lo que llego). Corro como loca, porque por una desviación del tránsito el taxi terminó dejándome a una cuadra del cine, y en la puerta, diviso a mi novio parado enseñándome el reloj a lo lejos. No me atrevo a verle a los ojos, otra vez llegué tarde. Me esfuerzo en detallarle el por qué de mi tardanza, pero él me ha dicho que nunca entenderá por qué llegó tan tarde, y yo le he respondido que yo tampoco sé el por qué.

martes, 24 de agosto de 2010

Esa camisa ¡no!

No entiendo a mi novio, a veces es como si se esforzará en hacerme disgustar. La semana pasada por ejemplo, nos encontrábamos en una tienda comercial, buscando ropa para él. Todo iba bien, hasta que divisó a lo lejos algo que llamó su atención. Me tomó de la mano y no paró hasta que me plantó frente a una camisa de color negro con rayas verticales, de esas que se ciñen descaradamente al cuerpo de los hombres, esas confeccionadas para metrosexuales y chicos bien dotados, esas que si no tienes un buen cuerpo desapareces dentro de ella. Mientras miraba la fea camisa, alcancé a ver cierto brillito que aparecía en los ojos de mi chico. Al ver que le estaba gustando de veras aquella prenda, recuerdo haberle dicho de lo más mimosa: “amor, esa camisa es muy ceñida, es para otro tipo de cuerpos con un poquitín más de carnita”. Eso fue suficiente, me fije bien en su mirada de “ya verás” y con ello me sepultó socialmente, pues pasados unos días, oh, sorpresa, frente a mi casa y listo para acompañarme a una reunión con mis amigos, he allí sobre su delgaducho cuerpo la mencionada prenda, que sobre él parecía reducirlo a sólo hueso y pellejo. Demás está decir que en la reunión, mis amigas no se molestaron en disimular las ganas de burlarse de la musculatura de mi adorado tormento. Yo por mi parte me mostré serena en todo momento, no gruñí, no dije nada, reí toda la noche hasta que la cara me quedó marcada por la falsa sonrisa. De regreso a casa, sentí que algo iba en ebullición en mi interior; una vez en mi casa, saqué fuera todo mi desencanto, le grite en la cara lo desconsiderado que era al haberse comprado aquella horrible camisa que yo detestaba, que no valoraba mis gustos y hasta estuve a punto de hacerle ver lo triste de su escaso cuerpo, pero menos mal frené al tiempo esta lenguilla que ya se me iba de las manos.
La discusión, si puede llamarse así, fue acalorada, la vehemencia de mis palabras se mezclaba con mi rabia guardada durante toda la velada. Él por su parte sereno y sin inmutarse me miraba como a un bicho raro, como a una criatura salida del inframundo que se estaba convirtiendo en una bestia salvaje. Una vez que saqué fuera todo lo que tenía, él me fusiló de un solo tiro. Me dijo que hubiera bastado con que yo le hubiera pedido que se cambiara de camisa para ir a la reunión. ¡habráse visto con este hombre!, y es que así parecen ser la mayoría de los hombres, que esperan a que la mujer tome las decisiones hasta de lo que han de ponerse encima; ahora ya sé que en adelante bastará con una palabra mía, para que este bichito adorado, haga mi soberana voluntad. De nada me sirvió ser mimosa y soportar con valor su desatino durante toda la noche, debí haberle puesto el alto al momento en que lo vi con esa ridícula camisa y de una oreja debí haberlo enviado a su casa para que se vista con algo que disimulé su delgadez y no que la exhiba sin tapujos y menos delante de mis amigas.
Moraleja chicas, a los hombres hay que traerlos cortitos, para no pasar mordiéndonos los labios cualquier otra noche cuando salgamos con nuestro bicho aunque sea para dar un simple paseito.

lunes, 23 de agosto de 2010

El autobús del horror

Que les parece que hoy he tenido que viajar en autobús, apretada como una sardina enlatada, en un vehículo capaz de tragarse a aproximadamente treinta personas, pero que hoy se indigestaba con aproximadamente cien. Cerca de la puerta, se oían los gritos del cobrador: ¡al fondo al sitio! ¡pase más al fondo! mientras que nos apretaban como mujer de ochenta kilos que intenta entrar en traje de torero talla small . Vez tras vez escuchaba al individuo en cuestión, ¡suben! ¡suben! ¡suben!, pero por desgracia no escuchaba que alguien bajara.
Eso ya era una locura; no recuerdo como hice para respirar de a poquitos, mientras que un tipo viejo y barrigón con amplios bigotes, casi sin proponérselo, me trituraba junto a una anciana que también tuvo la mala idea de subir en este bicho.
Los minutos, escasamente veinte, se me hicieron interminables, si hubiese sido verano, hubiera muerto por la exposición a olores indeseables, pero, gracias al cielo, el frío suele disimular, la falta de amor a la pulcritud de ciertos individuos.
Demás esta decirles que baje de aquel aparato del infierno, mareada, hecha un guiñapo, arañada, despeinada, pero conservando, aún, en mis bolsillos el dinero para mis compras. Baje jurando que nunca más en mi vida me subiría de nuevo a un autobús; sin embargo, para mi desgracia, creo que mañana revisaré otra vez mis cuentas y no me quedará más que volver a treparme a unos de esos aparatos de tortura. Otra vez volverán a empujarme, pisotearme, rasguñarme, ¡en fin!, sólo espero que en lugar del viejo barrigón y bigotudo, se halle junto a mi sufriendo la misma tortura, algún prospecto varonil por el que valga la pena el sufrimiento...sin embargo, me temo, que ese tipo de chicos…no viaja en autobús.

jueves, 19 de agosto de 2010

Yo soy así...

¡Qué manera de transcurrir los días!; parece que fue ayer que estuve celebrando la llegada de un nuevo año y hoy, con la más absoluta incredulidad, veo que nos acercamos al final del "nuevo año". Los días corren y ello no estaría mal y si no viniera añadido ineludiblemente el deterioro de nuestro cuerpo, ¡de mi cuerpo! como si el pobre no hubiera padecido bastante; no es que este mal, pero sé que pudiera estar mejor, sin embargo por mi constante desapego a los ejercicios, me he resignado a vivir sin un buen par de piernas o una cintura tallada con buril, para dejar a vista y paciencia de todos un cuerpo que clama misericordia. Perdónenme, si soy muy dura conmigo misma, eso es común en mi; sin embargo, hoy es uno de esos días en que me convierto en la malvada "villana" que asesina mi autoestima con premeditación, alevosía y ventaja. Bueno mañana será otro día, habrá más de qué hablar, más por dónde mirar y más de qué reclamar a la poco gentil madre naturaleza...

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