Que les parece que hoy he tenido que viajar en autobús, apretada como una sardina enlatada, en un vehículo capaz de tragarse a aproximadamente treinta personas, pero que hoy se indigestaba con aproximadamente cien. Cerca de la puerta, se oían los gritos del cobrador: ¡al fondo al sitio! ¡pase más al fondo! mientras que nos apretaban como mujer de ochenta kilos que intenta entrar en traje de torero talla small . Vez tras vez escuchaba al individuo en cuestión, ¡suben! ¡suben! ¡suben!, pero por desgracia no escuchaba que alguien bajara.
Eso ya era una locura; no recuerdo como hice para respirar de a poquitos, mientras que un tipo viejo y barrigón con amplios bigotes, casi sin proponérselo, me trituraba junto a una anciana que también tuvo la mala idea de subir en este bicho.
Eso ya era una locura; no recuerdo como hice para respirar de a poquitos, mientras que un tipo viejo y barrigón con amplios bigotes, casi sin proponérselo, me trituraba junto a una anciana que también tuvo la mala idea de subir en este bicho.
Los minutos, escasamente veinte, se me hicieron interminables, si hubiese sido verano, hubiera muerto por la exposición a olores indeseables, pero, gracias al cielo, el frío suele disimular, la falta de amor a la pulcritud de ciertos individuos.
Demás esta decirles que baje de aquel aparato del infierno, mareada, hecha un guiñapo, arañada, despeinada, pero conservando, aún, en mis bolsillos el dinero para mis compras. Baje jurando que nunca más en mi vida me subiría de nuevo a un autobús; sin embargo, para mi desgracia, creo que mañana revisaré otra vez mis cuentas y no me quedará más que volver a treparme a unos de esos aparatos de tortura. Otra vez volverán a empujarme, pisotearme, rasguñarme, ¡en fin!, sólo espero que en lugar del viejo barrigón y bigotudo, se halle junto a mi sufriendo la misma tortura, algún prospecto varonil por el que valga la pena el sufrimiento...sin embargo, me temo, que ese tipo de chicos…no viaja en autobús.
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