Mis queridos Exageraditos:

Comunicado:

Hola, en primer lugar quiero darte las gracias por visitar mi blog, sea porque pasaste de casualidad o llegaste a través de otra persona, en segundo lugar me gustaría realmente visitar también tu blog, y más si eres mi seguidor porque me gustaría ser tu seguidora también; sin embargo, mi querido amigo, muchas veces no he podido acceder a tu blog porque no es visible el enlace respectivo, no es por falta de interés...¡jamás!, así que te pido un favor, si pasas por aquí y me sigues o no, te invito a dejarme un comentario, porque así me es más fácil llegar a tu blog. Si así lo haces no dudes que te visitaré prontito.
Palabra de Nina ♥
Mira que ya pasaron por aquí:

Gracias...los quiero

domingo, 31 de octubre de 2010

La Promesa

La mamá de mi bicho es una persona de esas que ya casi no existen, tiene la moral subida hasta la azotea, y es tan quisquillosa para estos asuntos que no hay domingo que no asista a la misa de 8:00 a.m, y a la de 6:00 p.m; además de autoimponerse y auto imponer cuanta penitencia conozca; ¡Que si quince rosarios por la salud de fulanito!, ¡que si veinticinco Padrenuestros por la promesa tal! ¡que si treinta avemarías por el milagrito aquel! Es tan pegada al catequesis como no he conocido a nadie en mi vida.
Mi bicho, cuya verdadera devoción únicamente ha sentido por mi (a decir del propio bicho) se ha visto forzado a cumplir una promesa que su madre hizo a uno de tantos patronos que pululan por allí para toda clase de peticiones y milagros, y de buena fuente he sabido que si por casualidad no hay uno a su gusto, pues doña Dorita, se lo inventa.
La promesa consiste en ir de rodillas a una ciudadela apartada ubicada a unos 70 kilómetros de donde ellos viven. Mi bicho al enterarse de tamaña promesa, ha puesto el grito en el cielo, ha llorado, ha suplicado, se ha enojado y hasta ha pataleado como nene; sin embargo doña Dorita, fiel a su acérrimo carácter, no se ha doblegado ante el llanto desgarrador del bicho, por el contrario le ha increpado que la promesa que le hizo a su patrono favorito, era por el favor de tener un hijo sano y fuerte, y que estando éste ya crecidito era tiempo que cumpliera por si mismo aquel ritual. Así que mi bicho ha tenido que acatar dicha orden. Sin embargo yo por mi parte opino que el patrono de doña Dorita como que no cumplió a cabalidad con el encarguito, pues basta verlo para darse cuenta que está lejos de ser un muchacho sano y mucho menos fuerte. Siendo esto así estimo que el cuerpo de mi bichito no rinde para ese esfuerzo, y lo peor de todo es que podría quedar medio muerto a mitad de la carretera, sin que haya quien lo auxilie, podrían asaltarlo, podría pasarle una y mil desventuras. Sin embargo, ya que madre es madre, doña Dorita ha intercedido ante los santos pidiendo una ligera concesión, de tal manera que el bicho ya no tendrá que ir de rodillas, sino a mula, y entre todos los males le tocó el menos malo, así que en el transcurso de la semana el bicho partirá, cual fiel devoto, a cumplir las promesas de su mamacita.
Él me ha pedido que lo acompañe, pero le he dicho que el voto es de su madre no el mío, que yo tengo mis propios santos que, a diferencia de los de su mamá, no me andan pidiendo tamañas cosas, basta unos cuantos cirios, una que otra limpiadita de su altar y solucionado el asunto. Así que allá irá solito el bicho, mientras que yo lo esperaré aquí y desde aquí le haré barra para que aguante el viaje, y para que a su regreso no haya mucho que arreglar en él…¡vaya con la promesa de doña Dorita!.

martes, 26 de octubre de 2010

¡Mi héroe!

No hay nada que nos guste más a nosotras las mujeres que sentirnos protegidas por nuestro hombre, saber que vamos seguras, sin miedo a que cualquier payaso nos falte el respeto. Hoy me sentí orgullosa de mi bicho, que digo mi bicho, ¡mi héroe!, hoy ha demostrado la valentía que tenía bien guardadita.
Íbamos cruzando un parquecillo bien mono que nos gusta mucho, recordábamos que fue allí la primera vez que el bichito se me declaró, cuando él paseaba en bicicleta, mientras yo iba en patines.
Íbamos de lo más tranquilos, riéndonos a lo loco, cuando de repente apareció de la nada un sujeto de lo más malandro que nos pidió dinero, su aspecto era espantoso, estaba sucio, despeinado, con restos de comida pegados a la ropa y con un hedor insoportable. Cuánto más nos negábamos a darle dinero, más se ponía pesado, hasta que en un momento dado intento tocarme el cabello, ¡mi cabello! recién lavado, secado y cepillado. Fue en eso que vi a mi bicho como nunca lo había visto, su cara se desdibujó, se arremangó las mangas de la camisa, y hasta me pareció que aumentó diez kilos de la nada, separó las piernas, dobló los brazos y los acercó al pecho y ya puesto en posición le gritó sus cuatro verdades al fachoso. Éste al verlo, lejos de amilanarse, también se cuadró y le enseñó sus horribles dientes, se acercó resoplando todo su odio por el mundo y la sociedad, su mirada reflejaba una vida marcada de violencia, de seguro era el jefe de alguna banda organizada, un maleante de alto vuelo, un recorrido de lo peor; pero allí estaba mi bicho, bien plantado, y seguro de si mismo, una piernecilla detrás de la otra, listo para encajar el primer golpe.
En un momento dado el sujeto aquél, se atrevió a insinuar el primer golpe, al ver esto mi bichito no le dio tregua y le dio una derecha que casi resulta un KO, pero el asustadizo maleante salió corriendo humillado y vencido por mi bichito.
Ya más tranquilos, nos fuimos caminando y recordando lo que habíamos vivído. En un momento dado le dije que era mi héroe, y que ésta hazaña era digna de contar a medio mundo;más dentro de mi le prometí que contaría todo menos que aquel maleante bordeaba los ochenta años de edad…

jueves, 7 de octubre de 2010

¡Auxilio!...¡hoy cocino!

Dicen que a los hombres se les conquista y se les retiene por la barriga. Pues bien bonita forma de salvaguardar una relación, a través de la comida. Yo por mi parte decidí el día de hoy cocinar. No puedo decir que sea una experta, pero la intención es lo que cuenta, ¡espero¡.
Primero husmeé en una que otra recetilla, esas que dejó mi abuelilla, y que mi madre guarda celosamente en el desván de la casa. Las hojas amarillentas del magno libro estaban casi pegadas una a la otra, y la tinta apenas se distinguía. Leyendo y releyendo me decidí por un platillo que estaba segura que a mi bichito le haría enloquecer, si una ratilla puede cocinar (ratatouille) ¡cómo no lo podré hacer yo!
Me aseguré de tener todos los ingredientes a la mano, y con mandil y guantes, me dispuse a cocinar…me estremezco de sólo pronunciar esa palabra…cocinar ¡que raro! ¿no?.
Bueno me decidí por el famoso arroz con pollo. Compré todos los ingredientes:
• 4 presas de pollo
• ½ taza de aceite
• 1 cebolla mediana picada en cuadritos
• 3 dientes de ajo picados
• ½ taza de ají amarillo fresco licuado
• 1 taza de culantro molido
• 1 pimientos
• 2 tazas de arroz
• 1/4 taza de alverjas (guisantes)
• 1 taza de caldo de pollo
• Sal
• Pimienta
Luego de lo cual me puse manos a la obra. Como les repito las hojas del libro de la abuela estaban muy gastadas, así que en muchos casos tuve que adivinar lo que seguía en la preparación. Con cuidado puse la olla en la hornilla, le eché algo de aceite y me puse a trozar el pollo (de acuerdo, sé que debí haber hecho esto antes de poner la olla en la hornilla) y luego lo eché a la olla para que se dore, ¡qué buen olor despedía! Una vez dorado, aunque reconozco que por poco se me quema, lo retiré de la olla, pero dejé la misma aún en la hornilla. Miré el dichoso libro y decía que debía echarle la cebolla, fue entonces que recién me puse a picarla en cuadritos. La muy condenada me hizo llorar como loca, así que con tal de acabar rápido la dejé en enormes trozos, además tuve que apurarme porque el aceite se estaba calentando demasiado y la olla empezaba a quemarse por un costado. Tratando de guardar la calma le lancé las cebollas; y demás está decir que esta hazaña, trajo como consecuencia que me salpicara algo del aceite en las manos (¡recién hechas la manicure!), le agregué el ají amarillo y revolví todo como loca, le eché el ajo que ya no me dio tiempo de picar, ni de machacar, pero sí alcancé a pelarlo ¡uf!. Cuando todo recontra dorado le eché las presas que se enfriaban esperando su turno en un tazón sobre la mesa. Luego le agregué el ingrediente secreto, y como es secreto no se los voy a decir…es secreto de familia. Seguí friendo todos los ingredientes hasta que el pollo se cocinó. Retiré las presas, y le eché a la olla el arroz, las alverjas, las zanahorias en cuadritos, el choclo y el pimiento. Le agregué el agua, verifiqué la sazón. Faltaba sal, luego le sobraba, para después nuevamente faltarle…¡en fin!. Lo dejé en la estufa por veinte minutos, hasta que se cocinó todo…¡uf! que afán de hacer esto todos los días.
Pero logré mi cometido…¡cociné! y yo solita, ahora a esperar a ver los comentarios de mi bichito. ¿Me aprobará? o ¿no?

martes, 5 de octubre de 2010

¡No es justo!

No existe nada que odie más que la injusticia. Cuando algún profesor programa exámenes sorpresa, yo digo ¡no es justo! La semana pasada, por ejemplo, rendimos uno de esos exámenes sorpresa; días después nos entregaron los resultados. Luego de ver nuestras calificaciones, junto con algunos compañeros, celebramos el haber pasado, aunque sea con las justas (peor es nada) luego nos penamos por los que resultaron reprobados; sin embargo (aquí viene la injusticia) el profe anunció que al día siguiente se les tomaría el examen de recuperación, tanto a aquellos que reprobaron como a los que no rindieron el examen.
A la salida me encontré con una compañera (no amiga) que precisamente no llegó a rendir el examen, esta al verme me preguntó acerca de las preguntas del examen, yo por supuesto se las di, y le deseé suerte para el examen.
A la mañana siguiente, esperamos que rindan el examen. Al salir del salón, estos no ocultaban su alegría, ¿Por qué? pues porque el bendito examen de recuperación ERA EL MISMO del día anterior. Este profe no se tomó la molestia de variar ni una coma, ERA EL MISMO, las mismas preguntas cuyas respuestas, el día anterior me esforcé como loca en recordar, ERAN LAS MISMAS PREGUNTAS que no contesté en su totalidad. Fue entonces que me salió del corazón, o mejor dicho del hígado un: “¡No es justo!” “¡no es justo!”.
La respuesta que se me dio, fue que al profesor no le importaba la nota, sino que sus alumnos aprendieran y si tenían que hacerlo dando el mismo examen, pues así sería. Ello parecía tener algo de lógica, pero no para mí, y menos aún, cuando vi las calificaciones de aquellos. Sus notas eran sobresalientes, todos me superaban en promedio. ¡No es justo! volví a repetir, pero ya nadie me escuchó.
La vida estudiantil muchas veces no es justa, y mientras cavilaba para mis adentros, aquella compañera a la que le detallé las preguntas del examen, pasó cerca de mi, para descaradamente dejarse oír entre dientes: "la vida es para los vivos"...y yo volvía a pensar "!no es justo, no!"

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