Hola exageraditos, me van a disculpar pero estoy que no me aguanto, estoy que ya no doy más, primero les debo contar que mi bicho ya no cuidará más al peque (yeh!!!), yo por mi parte estoy feliz, y ustedes se preguntarán ¿qué pasó?, lo que sucede es que el muy pillo se encaprichó con que quería ir a la playa con nosotros, así que, a regañadientes, tuvimos que cargar con el pequeño bulto. Ya en la playa lo sentamos en la orilla, le dimos su cubeta y su pala, le armamos un castillo al estilo Frankenstein y nos dispusimos a darnos un merecido chapuzón. Estuvimos un largo rato en el agua, sin embargo, mi bicho de vez en cuando echaba una miradita a su monstrete para asegurarse que no haga travesuras. Desde allí el enano nos miraba…mientras destruía con su pequeña pala el castillo de arena, para seguramente construir después, una cripta que puede ir más con su estilo. De camino a su casa notaba algo raro en el peque, su cara, sus brazos y su regordetas piernas estaban muy enrojecidos. Lo dejamos en su casa y el bicho y yo nos fuimos a almorzar a la mía. Al terminar regresamos a la casa de mi bicho y grande fue nuestra sorpresa al ver al “peque” tumbado en el sofá, colorado como el chapulín de la tele. El pobre se había insolado, y lo peor es que el bicho no le había puesto protector solar; entre alaridos gritaba que le ardía todo el cuerpo. Debo reconocer que me dio un poco de lástima que el chinche estuviera todo rojo, pero al ver las rodajas de tomate que su abuelita le había puesto en todo el cuerpo casi suelto una carcajada, sin embargo, al ver la mirada del peque que, sin hablar, me decía: “por ahora te salvaste, pero pronto volveré” me hizo retroceder y mejor me fui de allí.
Al día siguiente habíamos quedado en ir nuevamente a la playa. Para esto tomé mis precauciones y me unté medio litro de protector solar, ¡no me vaya a pasar lo mismo que al peque!.
En la playa todo estaba bien, hasta que sucedió lo inevitable, pasaron por allí unas turistas en diminutos trajes de baño, que llamaban la atención de todos…los hombres; yo la verdad ni las miré y no sé por qué tanto alboroto, pues no eran nada del otro mundo, si hubieran tenido tal vez, tres senos, sí me hubiesen sorprendido; sin embargo, y aquí es donde radica mi enojo, en ese preciso momento escuché a mi bicho decirme, muy suelto de huesos: “¿Por qué no te compras una ropa de baño igual a esa?” mientras que con la mirada seguía a lo lejos el cuerpo esmirriado de aquellas mujeres. Yo les juró, que entré en shock, me perdí en la nebulosa, sentí que levitaba, que me elevaba por los aires, hasta que volví; me eché una miradita a mi lindo traje de baño y me pregunté ¿qué tiene de malo el que traigo puesta? sólo porque la mía fue confeccionada con un metro más de tela que el de aquellas mujeres, sólo porque me gustan los que llevan flores y maripositas, ya que en algo mi tía Otilia me heredó su estilo.
Amigos de más está contarles la que se le armó al bicho ante su absurda sugerencia, por poco y lo entierro vivo en la arena, por poco lo alzo en peso y lo ahogo un rato en el mar, pero como soy una chica razonable, sólo terminaré con él…¿creo?...no, no es para tanto, pero lo pondré en periodo de prueba, para que aprenda la lección. Ya les contaré que sucede.
