Mis queridos Exageraditos:

Comunicado:

Hola, en primer lugar quiero darte las gracias por visitar mi blog, sea porque pasaste de casualidad o llegaste a través de otra persona, en segundo lugar me gustaría realmente visitar también tu blog, y más si eres mi seguidor porque me gustaría ser tu seguidora también; sin embargo, mi querido amigo, muchas veces no he podido acceder a tu blog porque no es visible el enlace respectivo, no es por falta de interés...¡jamás!, así que te pido un favor, si pasas por aquí y me sigues o no, te invito a dejarme un comentario, porque así me es más fácil llegar a tu blog. Si así lo haces no dudes que te visitaré prontito.
Palabra de Nina ♥
Mira que ya pasaron por aquí:

Gracias...los quiero

sábado, 28 de agosto de 2010

"Llego en cinco minutitos"

Reconozco que es mi peor defecto, ¡sí lo reconozco!, pero ¿que puedo hacer?, ¿el que esté libre de toda culpa que lance la primera piedra? he aprendido a vivir con ello, pero no mi novio. Es que mi defecto lo trae loco, pero no esa clase de locura que me lo embolsicaría con zapatitos y todo, ¡no! Lo vuelvo loco porque ya no sabe qué hacer para que me corrija.
Bueno mi defecto es…¡allá va! ¡no coman ansias! mi defecto es la tardanza; soy de lo peor en ese aspecto, allí me puedo adjudicar la medalla de oro si la hubiera; soy lo que se puede decir, la campeona de la impuntualidad; pero ojo, que no siempre es mi culpa, muchas veces he sentido que el cosmos entero se confabula en mi contra para hacerme llegar tarde.
A las personas como yo, que sí que las hay, y a montones, no siempre nos gusta ser así, al menos a mi me provoca un estrés bárbaro.
Ayer por ejemplo, me llama mi novio, luego de los cariñitos respectivos, quedamos para vernos en la puerta del cine a eso de las seis menos cuarto; puesto que si la peli empieza a las seis, más los primeros anuncios, será algo de seis y cuarto cuando por fin nos cuelguen la película.
Yo les juro que planifico todo lo que tengo que hacer, para poder llegar con puntualidad. He recorrido mi armario para ver qué prenda luciré para deslumbrar a mi bichito querido. Luego de algunos minutos, ya tengo elegida la prenda, por lo que, para mi, este asunto ya esta zanjado; luego calculo el tiempo que me tomará darme el baño respectivo, secarme el pelo, alisarlo, hacerme la manicure, etc. (las mujeres ya me entenderán). Aparentemente lo tengo todo fríamente calculado, sin embargo el baño me tomó unos minutillos más de lo esperado, pero bueno he sido precavida, así que me puedo dar el lujo de quedarme un ratito más en la tina de baño. Una vez lista, fresca, perfumada, procedo a colocarme la ropa que ya está planchada esperando sobre mi cama; sin embargo, allí aparece el primer problema, al momento de ponerme el pantalón me doy cuenta que tiene la basta descosida, y para mi mala suerte, no tengo a la mano mi manual para coser bastas (porque sí que existen esos manuales), ante mi imposibilidad de coser la dichosa basta, aquel pantalón ya no me sirve; busco otro, que sí me queda que ni pintado; pero ¡oh desgracia! Ahora es mi blusa la que tiene un botón de menos, ¿y ahora qué hago? para esto, el tiempo ya ha corrido y yo sólo he avanzado con una de las prendas, ¿dónde voy a conseguir un botón igual para la bendita blusa?, ni hablar no me queda otra salida que buscar otra, pero considerando el color del pantalón, las blusas que me quedan no me sirven; por lo que optó sabiamente, en cambiar de pantalón y usarlo con alguna otra blusa. Luego de algunos o mejor dicho muchos minutos, me miro al espejo y logró la aceptación de mi reflejo. Tomo mi cartera, y emprendo la salida raudamente. Ya fuera de mi casa me doy cuenta que olvido el celular y el dinero para el taxi, entro de prisa busco como loca el bendito celular, y ustedes dirán, ¿pero para qué lo busca, si ya es tarde?, sin embargo queridos amigos, aquí debo señalar que me es indispensable el celu, por cuanto, como ya la hora ha avanzado, sé que llegaré tarde y sé también que mi bichito me llamará como loco, y me es necesario responderle con frases como estoy a punto de llegar” o “en cinco minutitos llego” o “¡ay amor, no sabes lo que me pasó!, ya te contaré”, o cosas así para apaciguar sus ánimos. Encuentro por fin el celular y el dinero; salgo como loca, espero unos minutos y ni luces de un buen taxi, al rato aparece uno de aquellos, regateamos el precio, subo de prisa, me doy cuenta que me ha robado, y así sucede siempre, porque por lo general los taxistas, que son graduados en psicología, se han dado cuenta de la prisa que tengo, ¿será tal vez por mi agitación al preguntarle ¡señor, cuánto, cuánto!? o porque no terminaba de morderme las uñas o porque le insistía en que me lleve lo más rápido posible.
Sea como fuere, llego por fin al bendito cine, no he mirado ni una sola vez mi reloj, por una creencia mía, "que si no miro no avanza", (ven a lo que llego). Corro como loca, porque por una desviación del tránsito el taxi terminó dejándome a una cuadra del cine, y en la puerta, diviso a mi novio parado enseñándome el reloj a lo lejos. No me atrevo a verle a los ojos, otra vez llegué tarde. Me esfuerzo en detallarle el por qué de mi tardanza, pero él me ha dicho que nunca entenderá por qué llegó tan tarde, y yo le he respondido que yo tampoco sé el por qué.

martes, 24 de agosto de 2010

Esa camisa ¡no!

No entiendo a mi novio, a veces es como si se esforzará en hacerme disgustar. La semana pasada por ejemplo, nos encontrábamos en una tienda comercial, buscando ropa para él. Todo iba bien, hasta que divisó a lo lejos algo que llamó su atención. Me tomó de la mano y no paró hasta que me plantó frente a una camisa de color negro con rayas verticales, de esas que se ciñen descaradamente al cuerpo de los hombres, esas confeccionadas para metrosexuales y chicos bien dotados, esas que si no tienes un buen cuerpo desapareces dentro de ella. Mientras miraba la fea camisa, alcancé a ver cierto brillito que aparecía en los ojos de mi chico. Al ver que le estaba gustando de veras aquella prenda, recuerdo haberle dicho de lo más mimosa: “amor, esa camisa es muy ceñida, es para otro tipo de cuerpos con un poquitín más de carnita”. Eso fue suficiente, me fije bien en su mirada de “ya verás” y con ello me sepultó socialmente, pues pasados unos días, oh, sorpresa, frente a mi casa y listo para acompañarme a una reunión con mis amigos, he allí sobre su delgaducho cuerpo la mencionada prenda, que sobre él parecía reducirlo a sólo hueso y pellejo. Demás está decir que en la reunión, mis amigas no se molestaron en disimular las ganas de burlarse de la musculatura de mi adorado tormento. Yo por mi parte me mostré serena en todo momento, no gruñí, no dije nada, reí toda la noche hasta que la cara me quedó marcada por la falsa sonrisa. De regreso a casa, sentí que algo iba en ebullición en mi interior; una vez en mi casa, saqué fuera todo mi desencanto, le grite en la cara lo desconsiderado que era al haberse comprado aquella horrible camisa que yo detestaba, que no valoraba mis gustos y hasta estuve a punto de hacerle ver lo triste de su escaso cuerpo, pero menos mal frené al tiempo esta lenguilla que ya se me iba de las manos.
La discusión, si puede llamarse así, fue acalorada, la vehemencia de mis palabras se mezclaba con mi rabia guardada durante toda la velada. Él por su parte sereno y sin inmutarse me miraba como a un bicho raro, como a una criatura salida del inframundo que se estaba convirtiendo en una bestia salvaje. Una vez que saqué fuera todo lo que tenía, él me fusiló de un solo tiro. Me dijo que hubiera bastado con que yo le hubiera pedido que se cambiara de camisa para ir a la reunión. ¡habráse visto con este hombre!, y es que así parecen ser la mayoría de los hombres, que esperan a que la mujer tome las decisiones hasta de lo que han de ponerse encima; ahora ya sé que en adelante bastará con una palabra mía, para que este bichito adorado, haga mi soberana voluntad. De nada me sirvió ser mimosa y soportar con valor su desatino durante toda la noche, debí haberle puesto el alto al momento en que lo vi con esa ridícula camisa y de una oreja debí haberlo enviado a su casa para que se vista con algo que disimulé su delgadez y no que la exhiba sin tapujos y menos delante de mis amigas.
Moraleja chicas, a los hombres hay que traerlos cortitos, para no pasar mordiéndonos los labios cualquier otra noche cuando salgamos con nuestro bicho aunque sea para dar un simple paseito.

lunes, 23 de agosto de 2010

El autobús del horror

Que les parece que hoy he tenido que viajar en autobús, apretada como una sardina enlatada, en un vehículo capaz de tragarse a aproximadamente treinta personas, pero que hoy se indigestaba con aproximadamente cien. Cerca de la puerta, se oían los gritos del cobrador: ¡al fondo al sitio! ¡pase más al fondo! mientras que nos apretaban como mujer de ochenta kilos que intenta entrar en traje de torero talla small . Vez tras vez escuchaba al individuo en cuestión, ¡suben! ¡suben! ¡suben!, pero por desgracia no escuchaba que alguien bajara.
Eso ya era una locura; no recuerdo como hice para respirar de a poquitos, mientras que un tipo viejo y barrigón con amplios bigotes, casi sin proponérselo, me trituraba junto a una anciana que también tuvo la mala idea de subir en este bicho.
Los minutos, escasamente veinte, se me hicieron interminables, si hubiese sido verano, hubiera muerto por la exposición a olores indeseables, pero, gracias al cielo, el frío suele disimular, la falta de amor a la pulcritud de ciertos individuos.
Demás esta decirles que baje de aquel aparato del infierno, mareada, hecha un guiñapo, arañada, despeinada, pero conservando, aún, en mis bolsillos el dinero para mis compras. Baje jurando que nunca más en mi vida me subiría de nuevo a un autobús; sin embargo, para mi desgracia, creo que mañana revisaré otra vez mis cuentas y no me quedará más que volver a treparme a unos de esos aparatos de tortura. Otra vez volverán a empujarme, pisotearme, rasguñarme, ¡en fin!, sólo espero que en lugar del viejo barrigón y bigotudo, se halle junto a mi sufriendo la misma tortura, algún prospecto varonil por el que valga la pena el sufrimiento...sin embargo, me temo, que ese tipo de chicos…no viaja en autobús.

jueves, 19 de agosto de 2010

Yo soy así...

¡Qué manera de transcurrir los días!; parece que fue ayer que estuve celebrando la llegada de un nuevo año y hoy, con la más absoluta incredulidad, veo que nos acercamos al final del "nuevo año". Los días corren y ello no estaría mal y si no viniera añadido ineludiblemente el deterioro de nuestro cuerpo, ¡de mi cuerpo! como si el pobre no hubiera padecido bastante; no es que este mal, pero sé que pudiera estar mejor, sin embargo por mi constante desapego a los ejercicios, me he resignado a vivir sin un buen par de piernas o una cintura tallada con buril, para dejar a vista y paciencia de todos un cuerpo que clama misericordia. Perdónenme, si soy muy dura conmigo misma, eso es común en mi; sin embargo, hoy es uno de esos días en que me convierto en la malvada "villana" que asesina mi autoestima con premeditación, alevosía y ventaja. Bueno mañana será otro día, habrá más de qué hablar, más por dónde mirar y más de qué reclamar a la poco gentil madre naturaleza...

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